NADIE VIVE SOLAMENTE PARA SÍ MISMO

NADIE VIVE SOLAMENTE PARA SÍ MISMO

EXPERIMENTAR LA CONEXIÓN, REFORZAR LA CONVIVENCIA

GRÜN, ANSELM

24,00 €
BEZa barne
En stock
Editorial:
EDITORIAL VERBO DIVINO
Año de edición:
2025
ISBN:
978-84-1063-110-6
Páginas:
324
Encuadernación:
Rústica
Colección:
SURCOS
24,00 €
BEZa barne
En stock
Añadir a favoritos

Introducción. Nadie es una isla 1. La convivencia monástica como caso de prueba 2. Aislamiento, soledad impuesta y "soledad plena" 3. Nuestra hambre de pertenencia 4. El anhelo de resonancia 5. Conectar conmigo mismo 6. "Ser uno mismo" y "ser nosotros" 7. Qué determina nuestro sentimiento de comunidad del nosotros 8. Relación conmigo mismo a través de la relación con los demás 9. Conexión con la naturaleza 10. Ámbitos de resonancia: la conexión en términos concretos: Padre - Hija; Madre - Hija; Padre - Hijo; Madre - Hijo; Hermanos; Hombre y mujer; Amistades; Personas mayores y jóvenes; Relaciones profesionales 11. Encontrar el hogar en mí mismo, ser el hogar de los demás 12. Visión de la Iglesia: un espacio de vida que interconecta a las personas 13. Ante la muerte: la conexión con los difuntos 14. Conexión con el fundamento de todo ser: la cercanía de Dios 15. Mística: conexión con todo lo que es 16. Qué obstaculiza la conexión 17. Qué constituye y posibilita la conexión 18. "Pecados capitales" contra la convivencia, y nuestra respuesta 19. Los catálogos bíblicos de virtudes como caminos para una buena conexión 20. Amor por encima de todo: amor propio y amor al prójimo, amor al enemigo y amor a Dios Conclusión. Todo está conectado con todo Bibliografía

Aumentan la soledad y el aislamiento, el individualismo excesivo, la segregación y el egoísmo. Las grietas que atraviesan las comunidades, la sociedad -y también la vida de los individuos- son cada vez más evidentes. Al mismo tiempo, sin embargo, también nos encontramos en todas partes con un profundo anhelo de identidad, pertenencia y convivencia satisfactoria. Para Anselm Grün, está claro que necesitamos una nueva forma de relacionarnos, más profunda, también en las relaciones familiares y laborales, en la sociedad y en la Iglesia. Y necesitamos valores compartidos: justicia, cooperación, solidaridad, tolerancia, compasión y respeto. Pero también comunidades que vivan y experimenten la fe y la esperanza. Necesitamos solidaridad, no solo como sentimiento, sino como voluntad de trabajar activamente por este mundo, de contribuir a un futuro que siga mereciendo la pena vivir para las generaciones venideras.

Otros libros del autor